El crecimiento espiritual no cesa
cuando el ser se entrega a la conquista de los relevantes valores del bien.
Muchas veces, los choques
producidos por fenómenos antagónicos, cuando son debidamente conducidos,
contribuyen al proceso de desarrollo y apresuran la manifestación de los
recursos adormecidos.
Es por eso que muchos desafíos se
expresan como invitaciones - tentaciones para los embates perversos y
peligrosos.
Ante ellos, la serenidad desempeña
un papel fundamental porque diluye sus impactos perniciosos, las celadas
crueles.
Porque pululan al lado de los
trabajadores los que se permiten la pereza; al lado de los idealistas los que
viven y cultivan el pesimismo; junto a los buenos, aquellos otros que se
complacen en la anarquía y en la inferioridad, se multiplican las trampas de la
iniquidad y del vicio, con las que amenazan y buscan producir conflictos y
desórdenes.
Sin embargo, teniendo en cuenta que
sólo hay victoria real después de la lucha superada, las pruebas pierden su
rigor ante los comportamientos firmes de aquellos que trabajan por la Verdad,
que no cayeron en las trampas que les tendieron y que prosiguen impertérritos y
felices.
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Perseguido,
estuviste también a punto de agredir.
Acusado,
sentiste el intenso deseo de replicar.
Incomprendido,
quisiste reaccionar de la misma manera.
Abandonado,
sentiste la amargura que te sugería la venganza inmediata.
Difamado,
viste la oportunidad de embestir contra tus detractores y desmoralizarlos.
Enfermo,
casi fuiste vencido por el desánimo.
Perturbado,
padeciste el vinagre de la amargura.
Traicionado,
percibiste que la solución podrían ser las acusaciones ácidas.
Golpeado
por la indiferencia, querías responder con rencor.
Señalado
por la ironía y el descrédito, por poco no sucumbiste, abatido.
Felizmente,
las tentaciones no te dejaron empeorar el cuadro de las pruebas redentoras.
Sin
embargo, nada acontece que no sea para bien cuando se sabe obtener buen
provecho de la situación.
Nadie
crece moral y espiritualmente sin la presencia mortificante de la tentación.
Las
tentaciones son las piedras del camino, que crean obstáculos para impedir la
circulación de los viajeros del progreso; son las espinas clavadas en las
"carnes del corazón" que hieren a cada contracción muscular...
Constituyen
también los estímulos para la victoria, para la transformación interior, para
mejorar. Son el acicate que impele a avanzar a todo aquel que padece su
incentivo.
Las
tentaciones que conducen a la irritación, a la contienda, no son mayores que
aquellas otras que suscitan las emociones profundas, y que se presentan como
tormentos ocultos del sentimiento, del sexo, de los vicios, y de otras que la
ambición desmedida susurra a los oídos del alma.
La
vida sin tentaciones o exámenes de evaluación moral, perdería su colorido y sus
motivaciones de crecimiento.
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Enfrenta
las tentaciones con estoicismo, con el espíritu en paz. Te ayudan a vencer las
limitaciones, el egoísmo, la jactancia, la presunción orgullosa...
Descúbrete frágil, como realmente lo eres, y adquiere con ellas las fuerzas para ser resistente contra el mal que aún existe en tí mismo.
Descúbrete frágil, como realmente lo eres, y adquiere con ellas las fuerzas para ser resistente contra el mal que aún existe en tí mismo.
Cada
victoria en esta área constituirá una conquista para una tentativa más valiosa.
También
Jesús, el Sabio por excelencia, fue tentado, y nos enseñó que si bien la
tentación es un fenómeno humano, la resistencia contra el mal es una conquista
divina.
Despierte y Sea Feliz
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium)
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium)
Texto
elaborado por la asociación espirita tercera revelación-Bogotá-Colombia.
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