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viernes, 6 de diciembre de 2013

3. Revelación espirita.


La primera revelación estuvo personificada por Moisés. La segunda por Cristo. La tercera, por nadie en especial. Las dos primeras son individuales, la tercera es colectiva, y ésta es una característica esencial de gran importancia. Es colectiva porque no se hizo a nadie en particular, no hay un profeta exclusivo. La revelación fue hecha simultáneamente en infinidad de lugares, a millones de personas de diferentes edades y posición social, sin excluir al humilde ni al poderoso y conforme con la profecía del autor de los Hechos de los Apóstoles, 2:17:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños.

Para poder oficiar un día de lazo de unión de todos, la revelación no surgió de ningún culto en especial En el gran movimiento de ideas que se prepara mediante el Espiritismo, y que ya se comienza a operar, nuestro papel personal es el del observador atento que estudia los hechos para encontrar la causa y sacar conclusiones. Hemos confrontado todo el material que pudimos reunir, hemos comparado y comentado las instrucciones dadas por los espíritus en diferentes lugares del planeta, y, finalmente, coordinamos metódicamente la totalidad de los hechos. Resumiendo, estudiamos y revelamos al público el fruto de nuestras investigaciones, sin atribuir a nuestros trabajos otro valor que el de una obra filosófica, producto de la observación y de la experiencia, sin considerarnos líderes del movimiento y sin pretender imponer nuestras ideas a nadie. Al publicarlas, hemos hecho uso de un derecho común. Quienes las han aceptado lo han hecho libremente. Si estas ideas encontraron numerosos adeptos es, sin duda, porque responden a las esperanzas de muchos, pero no por ello nos envanecemos, ya que el origen de la Doctrina no nos pertenece. La perseverancia y la devoción a la causa que hemos abrazado son nuestros únicos méritos. Hemos actuando como lo hubieran hecho otros, razón por la cual jamás pretendimos jugar al profeta o al mesías, y menos aún, considerarnos tales.
[Nota. de Allan Kardec.]
(Tomado del libro el génesis las profecías y los milagros de Jesús) de ALLAN KARDEC
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