Inducíamos
intemperantemente a la mente, a explotar dentro de nosotros por vuelcos de
locura. Meditemos en la Indulgencia Divina, para que no nos veamos caer en los
desajustes de la intolerancia.
Nos hallábamos,
desanimados y oprimidos en el torbellino de las tinieblas. El Señor, a pesar de
todo, nos concedió un nuevo día para recomenzar la gran ascensión hacia la Luz.