Se poblara el firmamento de estrellas, dentro de la
noche de luna plateada, cuando el Señor, instalado provisionalmente en casa de
Pedro, tomó las Sagradas Escrituras y, como si quisiese imprimir nuevo rumbo a
la conversación que se hiciera improductiva y menos edificante, habló con
bondad:
—Simón, ¿qué hace el pescador cuándo se
dirige para el mercado con los frutos de cada día?
El apóstol pensó algunos momentos y contestó,
titubeante:
— Maestro,
naturalmente escogemos los mejores peces. Nadie compra los residuos de la
pesca.
Jesús sonrió y preguntó de nuevo:
—Y el alfarero ¿Qué hace para atender a la
tarea a que se propone?
— Ciertamente, Señor — respondió el pescador,
intrigado —, modela el barro, imprimiéndole la forma que desea.
El Amigo Celeste, de mirada compasiva y fulgurante,
insistió:
—Y, ¿cómo procede el carpintero para
realizar el trabajo que pretende?
El interlocutor, muy simple, informó sin titubear:
— Labrará la
madera, usará la azuela y el serrucho, el martillo y el formón. De otro modo,
no perfeccionará la pieza bruta.
Jesús se calló, por algunos instantes, y adujo:
— Así, también, es el hogar delante del
mundo. La cuna doméstica es la primera escuela y el primer templo del alma. La
casa del hombre es la legítima exportadora de caracteres para la vida común. Si
el negociante selecciona la mercancía, si el ebanista no consigue hacer un
barco sin amoldar la madera a sus propósitos, ¿cómo esperar una comunidad
segura y tranquila sin qué el hogar se perfeccione? La paz del mundo comienza
bajo las tejas a que nos acogemos. Si no aprendemos a vivir en paz, entre
cuatro paredes, ¿cómo esperar la armonía de las naciones?
Si no nos habituamos a amar al hermano más
próximo, que está asociado a nuestra lucha de cada día, ¿cómo respetar al Eterno
Padre que nos parece distante?
Jesús pasó rápidamente la mirada por
la modesta sala, hizo un pequeño intervalo y continuó:
— Pedro, encendamos aquí, en torno a los que
nos buscan la asistencia fraterna, una claridad nueva. La mesa de tu casa es el
hogar de tu pan. En ella, recibes del Señor el alimento de cada día. ¿Por qué
no instalar, alrededor de ella, la sementera de la felicidad y de la paz en la
conversación y en el pensamiento? El Padre, que nos da el trigo para el
granero, a través del suelo, nos envía la luz a través del Cielo. Si la
claridad es la expansión de los rayos que la constituyen, la abundancia
comienza en el grano. En razón de eso, el Evangelio no fue iniciado sobre la
multitud, y, sí, en el sencillo domicilio de los pastores y de los animales.
Simón Pedro fijó en el Maestro los
ojos humildes y lúcidos y, como no encontró palabras adecuadas para explicarse,
murmuró, tímido:
— Maestro, que se
haga como deseas.
Entonces Jesús,
convidando a los familiares del apóstol a la exposición edificante y a la
meditación elevada, desenrolló los escritos de la sabiduría y abrió, en la
Tierra, el primero culto cristiano del hogar.
Texto tomado del
libro Jesús en el hogar//Francisco Cándido Xavier//espíritu Neio Lúcio.
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